martes, 26 de febrero de 2008

FEDECÁMARAS, OTRA VEZ


(José Manuel González, actual presidente de Fedecámaras)


Por Fredy Muñoz Altamiranda

Fedecámaras es el colectivo de empresarios, comerciantes, productores e intermediarios privados más grande de Venezuela. Según palabras de su actual presidente, José Manuel González, sus afiliados abastecen el 80 por ciento de los alimentos, bienes y servicios que consume ese país. El presidente Hugo Chávez, por su parte, los ha acusado públicamente de ser los causantes de una aparente escasez de alimentos, que impacta sensiblemente el ánimo de los venezolanos. Fedecámaras lo niega y responsabiliza al Gobierno Bolivariano de causar la carencia con los controles de precios y de cambio de divisa extranjera.
Pero si Fedecámaras abastece en un 80 por ciento a Venezuela, como lo ha dicho González, y asumimos que el Gobierno lo hace en un 20 por ciento, ¿Quién está en mayor capacidad de lograr la desaparición masiva de alimentos de las estanterías en los supermercados? Por supuesto que quien más produce, vende, trafica y almacena; es decir Fedecámaras.



(Las vitrinas de los almacenes afiliados a Fedecámaras están vacías...)


Los funcionarios de esta agremiación no se dieron cuenta, al proclamarse públicamente como el mayor colectivo oligopólico del país, que sus propios números los acusarían directamente; y con soberbia además, le han dicho al presidente que son la solución a un problema originado por ellos mismos, y utilizado como argumento político para desdeñar públicamente, dentro y fuera de Venezuela, de las medidas económicas socialistas que avanzan en el 2008 con una fuerza inusitada, producto del susto electoral sufrido por el oficialismo en diciembre pasado.
Pero además, la pretendida escasez sobre la que cabalgan hoy los argumentos políticos de buena parte de la oposición, tiene como escenario las tiendas de cadena y los automercados, que en condiciones normales son abastecidos por los asociados de Fedecámaras.
En los barrios de las capitales venezolanas, un ejército de cooperativas distribuidoras expende, a precios populares, leche, azúcar, carne, pollo, arroz y otros alimentos básicos, importados de urgencia por el Gobierno, para enfrentar las llamadas “matrices de opinión” que la oposición conservadora crea en sus propios medios de comunicación, con el fin de restarle puntos a la popularidad y gestión de Hugo Chávez, y abonar terreno electoral para las elecciones de alcaldes y gobernadores de noviembre próximo.
Pero lejos de causarle daño a las políticas económicas populares del Gobierno, Fedecámaras ha logrado que hoy, misiones como la de alimentación, “Mercal”, materializada en más de tres mil puntos de expendio de alimentos a precios solidarios, es decir, sin las cargas del intermediario ocioso, estén afinando su trabajo y logren lo que en nueve años de Revolución ha sido tan esquivo: una relación directa con los productores agropecuarios socialistas, a los cuales Chávez no ha dejado de atender cada semana, en su tradicional programa “Aló Presidente”, desde que comenzó el 2008.


(Las estanterías de los populares Mercal, en cambio, han vuelto a llenarse...)

Los mercales tienen además un complemento que los motiva en competencia: la nueva “PDVAL”, una empresa financiada por la estatal de petróleos PDVSA, destinada a crear las condiciones de producción y distribución de alimentos en forma rápida, y que ha sido un verdadero “gancho al hígado” a las pretensiones de la oposición de convertir el desánimo y el hambre, en votos contra Chávez.
Pero esta escasez artificial no ha sido el único error de Fedecámaras en la carrera de la oposición, por lograr los votos del venezolano incauto. El mismo presidente de la agremiación, José Manuel González, le ha pedido al presidente Chávez “abrir la economía”, pretendiendo dar la idea de una economía cerrada, monopolizada por el Estado y sometida a fuertes controles.
Si en algún momento al Presidente Chávez se le ocurriera abrirle los espacios comerciales, a titanes de la distribución mundial de alimentos y bienes como la “Carrefour”, de Francia, o la “Jumbo” de Chile, para citar sólo dos, estoy seguro de que en toda Venezuela, al término de un mes, no quedaría uno sólo de los pésimos supermercados “Cada”, “Central Madeirense”, o “Excelsior Gamma”, cofrades de Fedecámaras; que sucumbirían, como torres de naipes ante la arrolladora fuerza del verdadero, y eficientemente organizado, capital monopolístico transnacional.
Las experiencias de Colombia y Chile son suficientes ejemplos de cómo desaparecieron castas centenarias de comerciantes, algunos de ellos muy apreciados y dignos como la familia Carulla de Bogotá, con el ritmo y la voracidad demencial del capital transnacional.
Estos comerciantes venezolanos aún no se han dado cuenta de que el mejor negocio que podrían hacer en sus vidas, es el comercio justo con sentido nacionalista, que los blindaría de una ruina segura, en caso de que ocurriera la improbable “apertura” que piden.
La madrugada del pasado domingo 24 de febrero una extraña explosión ocurrió en la sede principal de Fedecámaras en Caracas. El único muerto resultó ser la misma persona que habría colocado el explosivo. Las autoridades que llegaron primero al sitio del atentado fueron agentes de la Policía del municipio de “Chacao”, opuesto al Gobierno Bolivariano, quienes según las autoridades nacionales, incurrieron en graves violaciones de la escena del crimen, pues por ser una “policía administrativa” sólo debían acordonar el sitio y esperar a expertos técnicos forenses y criminalistas, para que recolectaran todo lo que podría aclarar lo sucedido.


(Aspecto de la fachada de Fedecámaras en Caracas, luego de un atentado con bomba)

La Policía de Chacao dice haber encontrado, junto al muerto, una credencial que lo relaciona con la Policía Metropolitana de Caracas, afecta al Gobierno, un radio de comunicaciones, y un comunicado de un pretendido grupo guerrillero llamado “Venceremos” en el que se hacen fuertes críticas a la posición política de Fedecámaras.
Para el periodista Mario Silva, conductor del programa “La hojilla”, que cuestiona fuertemente las manipulaciones mediáticas y de opinión de la oposición venezolana, resulta extraño que el cuerpo de la única víctima registre “quemaduras en el 70 por ciento del cuerpo” como dice el informe de la Policía de Chacao, y los elementos que dicen que portaba: radio, credencial y comunicado, se encuentren en perfectas condiciones.
El Ministro del Interior venezolano, Ramón Rodríguez Chacín, en una calmada rueda de prensa ha dicho: “Hemos identificado a los responsables del atentado y a sus autores intelectuales”, y advirtió que no revelará los nombres, por ahora, porque espera el resultado de otras investigaciones que redondearían las causas de los últimos cuatro atentados con bombas ocurridos en Caracas. “Cometieron los errores que pensamos que cometerían” ha dicho Chacín, dejando ver que hay un complot, que involucra a la oposición, en toda esta inusitada ola violenta.


(Pedro Carmona, "El Breve", autojuramentándose presidente de Venezuela el 12 de abril de 2002, luego del golpe)

Ola en la que se mueve, con mucha fragilidad, Fedecámaras, cuyo presidente en el año 2002, luego del golpe dado al Gobierno de Hugo Chávez, se autoproclamó presidente de Venezuela, y en un discurso de nueve minutos disolvió todos los poderes públicos, cargos administrativos y de elección popular del país. Es Pedro Carmona Estanga, y hoy con sorna los venezolanos le llaman: “Carmona el Breve”, porque su salto de Fedecámaras, a la presidencia ilegal no duró 24 horas.

jueves, 14 de febrero de 2008

LUCHA DE PDVSA CONTRA EXXON ES LA LUCHA DE LA VIDA CONTRA LA MUERTE


Cataratas de Canaima, en Venezuela, afluentes del Orinoco

El río Orinoco baña de vida a casi dos millones de kilómetros cuadrados de territorio venezolano, desde su nacimiento en la alta Amazonia, hasta su desembocadura en un poético delta, cuyo caudal disgrega el continente en un universo de islas fluviales, a través de las cuales más de 30 millones de litros de agua dulce entran al Océano Atlántico cada segundo.
Pero debajo de esa soberbia riqueza subyace otra, que ha despertado la codicia de las transnacionales energéticas del mundo: la reserva de petróleo crudo más grande de la tierra; la llamada “Faja Petrolífera del Orinoco, Magna Reserva”. Un océano oscuro de 300 mil millones de barriles, cuyo uso puede significar la reivindicación del género humano de esta parte del mundo, o los estertores de la vida.
La fatídica compañía estadounidense Exxon-Mobil aspiró a explotar, en condiciones desventajosas para Venezuela, una parte de esa reserva con leyes dispuestas a sus intereses por los gobiernos entreguistas de la llamada IV República.
Pero los planes de manejo energético de la Revolución Bolivariana dispusieron que tanto Exxon como las demás transnacionales: British Petroleum, Total de Francia, Chevron de Estados Unidos y Statoil de Noruega, debían olvidarse de aquella extraordinaria participación mayoritaria que se les había otorgado, y asociarse con una cuota del 22%, frente a un 78% de la empresa estatal venezolana PDVSA.
El resultado: Exxon y Conoco-Phillips se fueron, las demás se quedaron.
Hoy los voceros de Exxon, en compañía del Departamento de Estado estadounidense, le han declarado la guerra a la propuesta bolivariana de manejo solidario de la riqueza petrolera, y hasta la oposición venezolana ha renunciado a asumir la defensa de un patrimonio nacional, y apoya los argumentos de Exxon y los Estados Unidos.
De una década para acá, PDVSA le ha propuesto al continente un nuevo amanecer: el ALBA energética, la posibilidad histórica de que el petróleo jalone pacíficamente las grandes transformaciones socio-políticas, económicas y culturales que nuestros pueblos necesitan.
En cambio Exxon, desde su nacimiento corporativo, ha estado ligada a las traiciones, la ilegalidad, las mentiras y la muerte. John Rockefeller hizo cualquier cosa para ver convertido en realidad su sueño macabro de una gran corporación transnacional, con tanto poder, que pudiera iniciar y terminar guerras mundiales, derrocar o diseñar gobiernos a su antojo, o incluso corromper la ciencia.
Cuando la Exxon se llamaba Standard Oil Company, en la primera mitad del siglo XX, se alió con el nazismo y financió la mayoría de sus aventuras militares para apoderarse de los recursos petroleros de la Unión Soviética. Al ver a los nazis perdidos, alentó al gobierno estadounidense para que entrara en la guerra, en busca de un botín distinto: el pacífico, incluyendo al Japón; y los grandes empréstitos para la reconstrucción de Europa.
La llamada “Nueva PDVSA” ha materializado ya en América Latina a la multi-estatal “Petrocaribe”, con un criterio radicalmente distinto al de la política petrolera mundial. Países como Haití y Nicaragua, el primero y segundo más pobres de América, han recibido ya envíos de crudo o combustibles, para aliviar su penosa situación energética.
Cuba refina ya crudo venezolano en la provincia de Cienfuegos, y le abre una brecha importante al bloqueo ilegal e inhumano que el gobierno de los Estados Unidos le mantiene, en contra de la voluntad universal. Gobierno que además recibió, durante las pasadas elecciones, la escandalosa suma de 46 mil millones de dólares por parte de la Exxon, para mantenerse un periodo más en el poder.
Mientras la nueva PDVSA va por el mundo con un mensaje inspirado en el pensamiento humanista de Simón Bolívar y José Martí, y promueve una nueva relación de las naciones con sus recursos energéticos, y financia misiones que le devuelven la vista a los seres humanos, o le brindan acceso a la salud y a la educación a capas sociales tradicionalmente excluidas, la Exxon va en sentido contrario.
Desde 1998 hasta hoy, según lo dice la Unión de Científicos Preocupados de los Estados Unidos, UCS, por sus siglas en inglés, compuesta por más de 200 mil voluntarios, Exxon ha gastado 12 millones de dólares en pagarle a una red de organizaciones dedicadas a emitir mensajes mentirosos, acerca de las verdades probadas científicamente sobre el calentamiento global y el cambio climático.
Ben Stewart, reconocido miembro de Greenpeace ha dicho también que Exxon ofrece a economistas y científicos la suma de 10 mil dólares más gastos de viaje, para quien escriba artículos y dicte conferencias que ataquen las posibles falencias de la teoría del cambio climático.
Exxon-Móbil es responsable además de alentar financiera y políticamente los crímenes de lesa humanidad cometidos por el gobierno de los Estados Unidos en Irak y Afganistán, con la excusa de la guerra contra el terrorismo, pero motivados realmente por la necesidad de esta y otras transnacionales, de obtener nuevas fuentes de recursos energéticos.
El 24 de marzo de 1989 el carguero Exxon Valdez derramó un millón y medio de barriles de petróleo crudo a los mares fríos de Alaska. Medio millón de especies animales murieron, y algunas no las veremos más, desaparecieron.
En su momento la Exxon hizo circular la historia de que el oficial Hazelwood, capitán del barco estaba ebrio, y dejó el mando a un marinero inexperto mientras él dormía en un camarote. El joven marinero perdió el control de una de las naves cargueras más grandes del mundo, y la estrelló sin remedio contra los arrecifes de “Bligth”.

Exxon quiso excluir las políticas corporativas de aquel debate, enfatizando en que fueron errores humanos puntuales. Pero lo cierto es que aquel barco gigantesco debía ir primero a California a vender aceites lubricantes que también cargaba, pero se le ordenó llenar los tanques con crudo en el puerto de Valdez, cosa que aumentó su peso e hizo más difícil sus maniobras por los intrincados mares de Alaska.
Aquella fue una mentira más en la carrera mortal de Exxon, que hoy tiene como blanco a Petróleos de Venezuela, el motor financiero de una revolución pacífica que es la esperanza de América.

lunes, 4 de febrero de 2008

LA COLOMBIA QUE MARCHÓ, LA QUE NO MARCHÓ, Y LA QUE MARCHÓ CONTRA LOS QUE MARCHARON



Por Fredy Muñoz Altamiranda

Hay, por lo menos, dos colombias. Una que marchó y otra que no. Una que votó y seguiría votando por mantener a un paramilitar y narcotraficante como Álvaro Uribe en la presidencia, y otra que continuará oponiéndosele, a pesar de que le asesinen a sus hijos, le roben sus tierras o la dejen sin trabajo.
Hay una Colombia de sentimientos patrióticos virtualizados, muchachos y muchachas de “bien” que a diario se indignan, a través de Facebook, de la violencia nacional, mientras envían a sus listas de correos y círculos de amistades electrónicas, razones por las cuales sentirse orgullosos de lo que creen que es Colombia: Juanes, Shakira y Montoya.
En la otra Colombia hay por lo menos sesenta mil familias que aún esperan que los paramilitares amigos del gobierno mafioso de Uribe les digan dónde enterraron los pedazos mutilados de sus víctimas. En qué fosa común, de qué hacienda, de cuál congresista uribista, están los despojos de miles de hombres, mujeres, jóvenes y niños que hacían parte de la otra Colombia, la que no marchó.
Como tampoco marcharon los campesinos asesinados por la Brigada Móvil número XV del ejército colombiano, que según contó uno de los propios asesinos a la Procuraduría General de la Nación, el sargento Alexander Rodríguez, eran tiroteados para hacerlos pasar por guerrilleros y reclamar cinco días de descanso por cada muerto.
La Colombia de las universidades privadas, de los empleos bien remunerados en almacenes, compañías, centros comerciales, bancos y empresas prósperas de la mafia, la Colombia propietaria, la que dice poder viajar ahora por carretera en sus camionetas blindadas a visitar sus fincas de recreo en tierras exclusivas del país, robadas a campesinos o a indígenas y hoy custodiadas por paramilitares, esa Colombia si marchó.
Los jóvenes de barrio que reciben clases en las universidades públicas, con un pasaje de bus en el bolsillo y un desayuno casero en el estómago, los chicos y chicas que han leído más de un buen libro sobre la historia y el origen de nuestra violencia, los que insisten en la democracia participativa y los cambios estructurales de un país tomado por el paramilitarismo, los que no le comen cuento ni a Uribe ni a sus asesores cínicos, esos no marcharon.



(Estas chicas colombianas en Londres, se pusieron sus atuendos pre primaverales y por supuesto marcharon)

En mi tierra, la Costa Atlántica, los uribistas pretendieron aprovechar la asistencia del pueblo a la programación multitudinaria del Carnaval de Barranquilla, para hacerle creer a los navegantes de internet que esa manifestación cultural centenaria y rica era producto de sus convocatorias virtuales. Pero sólo pudieron hacer un rápido y deslucido desfile de carros lujosos, de electores de Uribe que suspendieron la parranda por quince minutos, y salieron a darle una vuelta a la cuadra, a sonar sus bocinas y tomarse una foto con el teléfono celular para montarla en los portales de “Facebook” y decir que “millones de colombianos marcharon”.
Pero hubo una Colombia, entre estas dos de las que he hablado, que también marchó, para exigir la solución política negociada al conflicto armado, un intercambio humanitario de prisioneros, y la paz con justicia social que mantiene en armas a otra Colombia. Y que si esa otra Colombia armada salió a marchar, lo hizo por las montañas y las selvas del país, a combatir, como lo hacen a diario, a mercenarios gringos, a oficiales y soldados, compatriotas cuya única alternativa de trabajo remunerado ha sido la guerra; y a los nuevos paramilitares que negociarán con Uribe nuevos beneficios, en un ya lanzado tercer mandato.
Una Colombia que marchó (pero no por seguirle el juego a “Facebook”, la extensión de la CIA cuyos 16 socios son agentes de inteligencia estatal estadounidenses) en Washington coreaba: “¡Uribe, paraco, el pueblo está verraco!”.



(Las víctimas de paramilitares, como estas familias que aún los buscan, por supuesto no marcharon)

En Bogotá jóvenes del Sur de la ciudad marcharon a la usanza de las tribus urbanas, pidiendo paz, pero también justicia para sus amigos asesinados por los paramilitares en complicidad con la policía, y mostrados luego como delincuentes dados de baja o resultado de ajustes de cuentas entre bandas, cuando realmente eran adolescentes irreverentes, en resistencia al control social de los paramilitares en sus barrios.
La Colombia que marchó lo hizo convencida de que reelegirán a Uribe para cuatro años más de gobierno mafioso y paramilitar. Muchos quizás no sean conscientes de eso.
La Colombia que marchó contra la marcha de Uribe lo hizo, en buena parte, para no ser tomados como amigos de los “violentos”, pero en otra para expresar salidas distintas al unanimismo guerrerista.
Y la Colombia que no marchó espera que los huesos de sus familiares aparezcan, o que alguien diga, “Yo los maté” como ya ha hecho el narcotraficante, paramilitar y elector de Uribe, Hernán Giraldo con 37 asesinatos, entre ellos el de Martha Lucía Hernández Turriago, ex directora del Parque Tayrona, y el del estudiante Hugo Maduro, ex miembro de la Juventud Comunista, y hoy una cifra más en la estadística de un exterminio que no cesa.